Por Gustavo Arias.
La evolución de la inteligencia artificial (IA) ha transformado la forma en que interactuamos, trabajamos y nos relacionamos con el mundo digital. En muchos aspectos, la IA ha traído consigo innumerables beneficios, desde la automatización de tareas repetitivas hasta la posibilidad de predicciones médicas precisas. Sin embargo, con estos avances también vienen preocupaciones sobre la privacidad y la ética en el manejo de la información.
Shoshana Zuboff, en su obra «La era del capitalismo de vigilancia», expone la forma en que las grandes corporaciones recolectan, procesan y venden nuestros datos personales con fines de lucro. Esta «vigilancia» digital no es mera recopilación de datos, sino una forma de poder y control. Como Zuboff señala, estamos siendo «cazados» por nuestra propia información.
Por otro lado, Douglas Rushkoff, en «Team Human», discute cómo la tecnología, en lugar de ser una herramienta al servicio de la humanidad, se ha convertido en un fin en sí mismo. Las plataformas digitales están diseñadas para mantenernos enganchados, reduciendo nuestra capacidad de interacción humana genuina y promoviendo la individualidad en lugar de la colectividad.
Entonces, ¿qué significa esto para el desarrollo de la sociedad? Por un lado, la IA tiene el potencial de impulsar la innovación y resolver problemas complejos. Sin embargo, esta promesa se ve empañada por un modelo de negocio que prioriza la vigilancia y la monetización de nuestros datos. Vivimos en un mundo donde cada clic, cada «me gusta», y cada búsqueda se convierte en una transacción comercial, donde nuestra privacidad es constantemente invadida en nombre del «progreso».
El peligro radica no solo en la pérdida de nuestra privacidad, sino también en la potencial manipulación de nuestra percepción y comportamiento. Al tener acceso a cantidades masivas de datos personales, las empresas pueden dirigir nuestros deseos, opiniones e incluso nuestras decisiones políticas.
Por lo tanto, es esencial que la sociedad exija transparencia y ética en el desarrollo y aplicación de la IA. La tecnología debe ser una herramienta al servicio del bien común, no un medio para explotar nuestras vulnerabilidades. Es hora de que tomemos el control y definamos el tipo de futuro digital que queremos, uno que respete nuestra humanidad y no nos reduzca a meros datos en una hoja de cálculo.
La IA, sin duda, tiene un papel fundamental en el futuro de nuestra sociedad. Pero está en nuestras manos decidir si ese papel será el de un aliado o el de un vigilante omnipresente.