Por Alejandro Casagrande, presidente de Corma Biobío y Ñuble
El mundo enfrenta una crisis ambiental sin precedentes, y la región del Biobío no es ajena a esta problemática. Esta crisis se manifiesta en el cambio climático, con olas de calor, inundaciones y pérdida de biodiversidad, con miles de especies en riesgo. Los incendios, intencionales o negligentes, tienen un impacto devastador que contribuye negativamente a la crisis ambiental. El verano pasado, el Biobío sufrió la pérdida de cerca de 200 mil hectáreas de bosques y cobró la vida de 18 personas.
Estos incendios afectan no solo a los habitantes locales y su vida, riqueza personal, cultural, social y ambiental, sino también amenazan la columna vertebral de nuestra economía, el «oro verde», como alertó el Gobernador Regional en el Erede 2023.
La riqueza forestal de la región Biobío es un pilar que sustenta la economía y el bienestar de miles de personas y sus familias. Perderla significaría, además, perder una importante herramienta para combatir la contaminación, con la absorción de CO2 y la sustitución de plásticos y otros materiales con alta huella de carbono.
Es esencial que todos comprendamos la magnitud de este desafío. Desde Corma y nuestros asociados, hemos asumido un compromiso significativo en la prevención, combate y mitigación de incendios. Nuestra prioridad es proteger vidas humanas, viviendas, infraestructura social y el valioso patrimonio forestal.
Creemos firmemente en la alianza público-privada y colaboramos estrechamente con diversas instituciones, incluyendo Gobernaciones, delegaciones, CONAF, Senapred, Bomberos, Jedenas, policías, Municipalidades, vecinos y comités de prevención, fortaleciendo esta colaboración.
En prevención social y comunitaria, participamos en la Red de Prevención Comunitaria, conformada por más de 5 mil vecinos de zonas rurales, que en el último año han logrado un importante incremento del 40% de sus comités.
En la gestión de combustibles, trabajamos en la protección de personas e infraestructura social y crítica mediante el mantenimiento de cortafuegos, cinturones y corredores de protección, habiendo alcanzado más de 20 mil kilómetros en las regiones forestales, que se mantienen e incrementan anualmente.
La implementación de alertas y despliegues climáticos preventivos es clave para reducir la ocurrencia y el daño de los incendios. Esto implica que, días antes de la emergencia, cuando se pronostiquen condiciones climáticas extremas (vientos de 70 km/h, 40°C de temperatura y humedad relativa menor al 10%), se anuncien alertas y se desplieguen de inmediato recursos adicionales, públicos y privados, en lugares y rutas de alto riesgo de incendios.
La coordinación entre el sector público y privado es esencial para afrontar con éxito esta temporada de incendios. Hacemos un llamado a la prevención, subrayando que no hay mejor incendio que el que no sucede. La seguridad de las familias actuales y futuras es nuestra prioridad, y solo trabajando juntos como un equipo lograremos este objetivo.
¡Si no actuamos de manera diferente, Chile se nos quemará!