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Por Dra. Gladys Vidal, Directora Centro ANID CRHIAM
Actualmente estamos bombardeado por la prensa para celebrar diferentes efemérides, En medio de tantas conmemoraciones, algunas parecen perder relevancia. Pero hay fechas que, lejos de ser un simple recordatorio, deberían llevarnos a reflexionar. El 22 de marzo, Día Mundial del Agua, es una de ellas.
El agua es un recurso tan cotidiano que damos por sentada su disponibilidad. Sin embargo, para entender su importancia, basta con recordar un dato clave: nuestro cuerpo, en la adultez, está compuesto en un 70% por agua. No se trata solo de cantidad, sino también de calidad. La calidad del agua que bebemos impacta directamente en nuestra salud, en nuestra calidad de vida y en el correcto funcionamiento de nuestros órganos.
Para el 2025, Naciones Unidas nos propone un lema que debería preocuparnos: “Salvemos nuestros glaciares”. No es un llamado al azar. Los glaciares cumplen un rol vital en la sustentabilidad del planeta. Estas enormes y milenarias masas de hielo no son solo postales imponentes de la naturaleza, sino que también proveen servicios ecosistémicos como el servicio de provisión, esto es, el proveer agua de deshielo para el consumo humano, el riego agrícola, la industria, generación de energía y para mantener ecosistemas saludables.
El problema es que los glaciares están desapareciendo a un ritmo alarmante. El cambio climático, el aumento de temperaturas, la deforestación y la intervención humana en zonas de alta montaña están acelerando su fragmentación y derretimiento. Chile tiene un papel clave en esta crisis: alberga el 80% de los glaciares andinos y ocupa el séptimo lugar en superficie glaciar a nivel mundial. Según la Dirección General de Aguas, en 2022 se contabilizaban 26.169 glaciares, cubriendo una superficie de 21.010 km2, equivalente al 2,7% del territorio nacional. Sin embargo, en los últimos 15 años, aunque el número de glaciares ha aumentado, esto no es una buena noticia. Se debe a su fragmentación, lo que ha reducido la superficie de hielo en un 8%.
La desaparición de los glaciares a nivel mundial conlleva una reducción significativa del suministro de agua para millones de personas, una menor generación de energía hidroeléctrica y una disminución en la disponibilidad de agua para el riego de cultivos. Además, el deshielo de los glaciares no solo contribuye al aumento del nivel del mar, sino que también incrementa el riesgo de desastres naturales, como desbordamientos súbitos de lagos glaciares y el arrastre de sedimentos y escombros.
Los glaciares son, en esencia, una cuenta de ahorro de agua para las generaciones futuras. Su protección no es opcional. Requiere conciencia, responsabilidad y políticas concretas que garanticen su conservación. Porque si seguimos ignorando su importancia, cuando finalmente nos demos cuenta, puede que ya sea demasiado tarde.