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Industria y las lecciones que no hemos aprendido.

Marcelo Gutiérrez Delgado, académico Ingeniería Comercial
Universidad Andrés Bello, Concepción

En abril de 2013, la junta de accionistas de la otrora y referente regional, ENACAR, decide poner término a los últimos resabios de la compañía, cuyo mayor accionista era .
ENACAR, antiguamente llamada Carbonífera Lota-Schwager, tiene sus orígenes por allá en 1852, al alero de Cousiño & Garland (más tarde Compañía Carbonífera e Industrial de Lota), sumado a ello estaba Federico Schwager, quien 1859 iniciaba la explotación de mantos carboníferos del Fundo Boca Maule, en Coronel, Región del Biobío. Este conglomerado lograba embarcar cerca de 200 buques cada año.
En 1964, se fusionan ambos conglomerados productivos creando la Carbonífera Lota-Schwager, precursora de Enacar, siendo Corfo, desde 1970 su principal accionista.
Estos yacimientos tuvieron sus mejores años, entre 1978 y 1981, llegando a producir casi 500 mil toneladas anuales, no exentos de vicisitudes propias del negocio, el entorno, la situación económica y del país en esos años, aun así eran considerados unos gigantes industriales, con paupérrimas inversiones en tecnología, y interna.

Uno de los principales problemas, sino el más grave, fue el alto costo de , el cual entre 1995 y 1996 se estimó en US $140 (de la época) por tonelada, situación muy lejana a los US $57 por tonelada importada desde Venezuela o Colombia, en el mismo periodo.
Esta situación fue enfrentada por el gobierno de la época, con el famoso “Plan Lota 2001”, el cual pretendía reducir el costo de producción a US $46 por tonelada, con la consiguiente disminución de colaboradores de 1812 a menos de 1300. Con ello Corfo estimaba pérdidas en Enacar cercanas a los $10 mil millones de la época, pero a fines del año 1996, ese número había llegado a más de $16 mil millones, producto de las prolongadas paralizaciones productivas, las cuales tenían un fuerte compromiso socioeconómico, siendo esto una de las vallas insalvables de la compañía.

Es así, como el 16 de abril del año siguiente, y frente a la imposibilidad de cumplir con las metas de producción y los compromisos de déficit operacionales, el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle decidió el cierre definitivo del yacimiento de Lota, dando inicio al proceso más complejo en términos de producción, empleabilidad y crecimiento en la región, culminando el 2013, habiendo concluido los compromisos con más de 2400 colaboradores vinculados a la firma desde la década del 90.

Entonces, frente a las actuales condiciones del sector industrial en la Región del Biobío, es necesario establecer la importancia en el control de la productividad, sus factores relacionados y aquellos que impactan directamente en los resultados operacionales, tanto de empresas privadas como de administración pública. De igual forma todos los actores deben comprometer sus trabajos en pos de impedir que la Región y el país vuelvan a retroceder en términos de crecimiento y productividad, por temas de gestión y administración de recursos.