Por Juan Ignacio Jamis, subgerente Comercial en Grupo Avanza.
Noviembre y diciembre son sinónimo de análisis, recuentos y objetivos estratégicos de las organizaciones de cara al siguiente periodo. En términos financieros, las empresas enfrentan además la presión de cumplir con los presupuestos anuales y alcanzar las cifras de ventas fijadas en un comienzo en contexto económico de cautela: en octubre el Fondo Monetario Internacional (FMI), ratificó la proyección de crecimiento mundial en 3,2 por ciento para 2024, debido a que aún existe un alto nivel de incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros.
Este panorama impacta en las empresas y se visibilizan en los equipos a cargo de licitaciones y proyectos adjudicados durante el año, ya que los clientes buscan asegurarse de que sus planes de gasto y metas de crecimiento están bien alineados y se lograron de acuerdo con lo establecido.
De hecho, según el FMI el Producto Interno Bruto (PIB) de Chile, crecerá 2,5% este 2024, y se espera un 2,4% para 2025. Por ello, las empresas, especialmente en áreas como el outsourcing y los servicios profesionales, deben estar preparadas para responder rápidamente y con flexibilidad, ofreciendo propuestas atractivas y ajustadas a las expectativas financieras y los presupuestos acotados de sus clientes.
En este aspecto un factor clave es la planificación estratégica en la asignación de recursos. La sobrecarga de proyectos y licitaciones de fin de año exige que cada organización cuente un plan detallado que le permita evitar retrasos y asegurar que el capital esté distribuido de manera óptima. Esta capacidad de priorizar y asignar recursos de forma eficiente es fundamental para cumplir con los plazos de los clientes y mantener la calidad en las actividades.
Es difícil implementar mejoras si no se realizan las mediciones adecuadas y por eso, un factor que ayuda a que este proceso sea exitoso es la evaluación constante de las capacidades internas.
Tampoco hay que perder de vista el panorama económico mundial y el contexto local para tomar decisiones más certeras, en especial si las firmas tienen oficinas o casa matriz en otros países. Las proyecciones de ingresos y gastos, junto a los vaivenes económicos pueden impactar en el rendimiento del negocio. Por eso, hay que identificar las áreas de inversión prioritarias y ajustar los márgenes según el comportamiento de cada una en los últimos meses.
En toda esta ecuación no podemos olvidar el factor humano. El cierre de año puede resultar agotador para los equipos, quienes además deben enfrentar el estrés de cumplir con sus propios objetivos y balances de desempeño anual. Más que nunca se requiere que las empresas sean estratégicas en la asignación de recursos hacia sus clientes.
Las organizaciones que logren manejar bien la presión de fin de año son aquellas que apuestan por un enfoque organizativo donde las metas anuales, licitaciones y planificación futura son parte de un esfuerzo colaborativo. Así, aprovechan la oportunidad de consolidarse y asegurar su continuidad para un 2025 que tome nota de lo aprendido y cuente con mejores herramientas para el éxito.