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En búsqueda de la grandeza

  • Por Viviana Véjar Himsalam, profesora investigadora de Faro UDD. 

Algunas semanas atrás, el actor Timothée Chalamet dio un discurso en la entrega de premios SAG Awards 2025 al recibir su reconocimiento en la categoría “Mejor Actor” por su interpretación del músico Bob Dylan en la película “A Complete Unknown”. 

Su curioso estilo ha hecho que se le adjudique la responsabilidad de resucitar una nueva época dorada en el cine. Chalamet, como representante de la generación Z, ha sido brutalmente honesto con sus intenciones en la industria, argumentando que su dedicación de cinco años y medio para perfeccionar su voz y la ejecución de la guitarra para lograr interpretar el mismísimo estilo de Bob Dylan, lo hizo con la intención de “buscar la grandeza”. 

Con una humildad pocas veces vista en esos círculos, el actor señaló que recibir ese premio ha servido como combustible y munición que le impulsa para seguir en la búsqueda de ese sueño.

 

Es decir, todas las partes involucradas deben sentir que ganaron con la transacción. Para que esto ocurra, es necesario jugar un juego limpio, en el marco de las reglas formales y de las implícitas.

 

“¡Buscar la grandeza! ¡Vaya, qué objetivo más mundano!”, podría ser la crítica. No obstante, el Papa Benedicto XVI señaló alguna vez: “Cristo no prometió una vida fácil. Aquellos que desean la comodidad han marcado el número equivocado. En cambio, Él nos ha mostrado el camino para hacer grandes cosas, el bien, hacia una vida humana auténtica”. Ya es difícil vivir (y sobrevivir) en este mundo, querer dejar una huella y además hacerlo para buscar la grandeza. Sumado a que se debería hacer con las intenciones correctas, para ir en pos del bien común y no sólo de la glorificación personal. 

Por otra parte, el Papa Francisco (1936-2025) señaló que “el dios mercado y la diosa ganancia son falsas deidades que nos conducen a la deshumanización y destrucción del planeta”. Por eso, el crecimiento económico no debiera producirse a costa de la pérdida de alguien o de algo más. Los intercambios, para que produzcan crecimiento económico, deben cumplir una condición: ser un juego de suma positiva y no de suma cero. Es decir, todas las partes involucradas deben sentir que ganaron con la transacción. Para que esto ocurra, es necesario jugar un juego limpio, en el marco de las reglas formales y de las implícitas. La forma más eficiente para lograrlo es tener en cuenta esta regla de oro dicha por Jesucristo que, en sus palabras, resumía toda la Ley Mosaica: “haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti.” A eso, Adam Smith – el padre de la economía moderna – lo llamó sympathy o simpatía. Hoy, se traduciría como empatía

La grandeza de los países no la dan sus recursos naturales, ni la cantidad de oro o de divisas que acumulen en sus reservas, ni el número de empresas que existen o la cantidad de nuevos puestos de trabajo que se crean; sino, la altura moral de sus habitantes, la capacidad de aquellos de ponerse en el lugar del otro y de no hacer ninguna clase de daño que nosotros mismos no estemos dispuestos a recibir. Sólo así se consiguen intercambios más justos y se mejoran las condiciones de vida de los ciudadanos por medio de una correcta redistribución de la riqueza; cuando la grandeza se busca para hacer el bien.

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