Por Alejandro Casagrande, presidente Corma Biobío y Ñuble.
Cuando nos proponemos transportar nuestra carga de manera sustentable y eficiente, el ferrocarril presenta una serie de ventajas competitivas frente a todos los otros modos. Y es que técnicamente el tren nos brinda mayor seguridad, colabora de mejor forma con temas ambientales emitiendo un 75% menos de CO2 por tonelada transportada, tiene un impacto significativamente menor con las comunidades, junto con tener un menor costo logístico.
Pero la principal razón que nos mueve a apostar por el tren, es la calidad de vida de nuestros vecinos y la alta congestión con la conviven a diario. Lo cierto es, que tenemos rutas que en horarios punta colapsan, generando atochamientos que muchas veces pueden durar horas, como la ruta 160 que une San Pedro de la Paz con Coronel, en la Región del Biobío, situación que indudablemente se verá acentuada con la vuelta a clases presenciales de escuelas, colegios y universidades en marzo próximo.
Estos últimos años hemos visto con preocupación un estancamiento en el crecimiento potencial de la región del Biobío en materia de infraestructura. Por esto, es necesario instaurar una nueva política ferroviaria que proyecte un sistema logístico integrado, donde se complementen las rutas viales con los trenes, conectando los terminales portuarios con los centros industriales que generan y reciben carga, así como también impulsar la conectividad entre la zona centro y la zona sur.
También creemos fundamental mejorar el estándar de las vías férreas que nos permita elevar el peso autorizado por eje, la velocidad, y en el mejor de los casos aumentar el largo de los trenes. El tren es sin duda el mejor aliado para disminuir tiempos de desplazamiento y mejorar nuestra calidad de vida, junto con contribuir a proteger el medio ambiente.