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El retorno social de invertir en innovación con base en ciencia y tecnología

Por Ignacio Merino, Director Ejecutivo de HUBTEC

Uno de los grandes atributos del talento humano es su capacidad para responder con soluciones innovadoras y eficaces ante los distintos desafíos que han surgido a lo largo de la historia. Lo hemos visto con la creación de distintos medios de transporte como el automóvil, lanzamientos tecnológicos o científicos como la penicilina, las vacunas y otros productos que han ayudado a la humanidad a avanzar en su desarrollo y evolución. 

Por esta misma razón, considerando el nivel de desafíos globales que tenemos en el planeta, estudios del World Economic Forum, la consultora McKinsey y la UNESCO muestran que entre el 50% y el 70% de las soluciones que el mundo necesita, aún no existen o están en sus primeras fases de desarrollo. Pensemos por ejemplo en el cambio climático, la crisis alimentaria o los problemas que enfrenta la agricultura ante la . Son retos que nos afectan a todos y no hay ningún impedimento para que las respuestas disruptivas puedan provenir de países como Chile, cuyo talento innovador y emprendedor se ha afianzado con fuerza en las últimas décadas. 

Pero para que estas premisas se concreten, necesitamos de la colaboración de todos los actores relevantes del ecosistema: el Estado, las empresas, las universidades y centros de I+D, los centros de formación técnica, la sociedad civil, y por sobre todo, nuestro talento local que pueda expresar un espíritu emprendedor activo para llevar adelante todo esto de una forma sostenible. El otro elemento fundamental es contar con un ecosistema que actúe como tierra fértil para que todas estas oportunidades puedan crecer, desarrollarse, florecer y entregar sus frutos. Esto considera los programas de apoyo y financiamiento de las diferentes etapas para dar forma a un encadenamiento que permita que esa buena y brillante idea logre transformarse en un producto patentado, escalable y con posibilidades concretas de llegar a sus clientes finales, y así generar el impacto positivo que buscamos.

Existe evidencia a nivel e internacional que muestra que, por cada que el Estado co-invierte con la industria en fomentar que el sector productivo incorpore más innovación basada en ciencia y tecnología, se origina un retorno para la industria y uno aún mayor para la sociedad a través de productos y servicios que mejoran las condiciones de las personas, promueven la creación y difusión de conocimiento, un aumento en la productividad y el desarrollo tecnológico, entre otras cosas. En otras palabras, es un muy buen negocio para todos cuando un país (considerando a todos los actores), invierte en ciencia y tecnología aplicada.

En este sentido, Chile ha tenido una trayectoria muy relevante en estos temas. Un ejemplo de ello ha sido el Dr. Fernando Monckeberg, investigador y académico chileno, reconocido por su pionero en la lucha contra la desnutrición infantil en Chile y quien permitió que nuestro país progresara con un capital humano sobresaliente. Él fue uno de los primeros en defender la inversión en ciencia y tecnología como motor de desarrollo para abordar adecuadamente problemas estructurales como el capital humano, la pobreza y las desigualdades sociales. En este contexto, una de sus ideas clave que perduran hasta hoy es que la ciencia no sólo impulsa el conocimiento, sino que genera soluciones concretas para los países, y que destinar recursos a la investigación, desarrollo e innovación es fundamental para asegurar un futuro sostenible y equitativo. 

No pensemos ni por un momento que todo está dicho o hecho en materia de innovación. Cualquier persona puede tener la capacidad de ofrecer al mercado propuestas capaces de cambiar el mundo. Nuestro país cuenta con múltiples desafíos que van desde la contaminación ambiental en Santiago, la sequía en la zona norte, y la deforestación y pérdida de biodiversidad en la zona sur de Chile. Todos ellos necesitan de talento, mentes creativas, actitud emprendedora y entornos de innovación, ciencia y tecnología que, si funcionan, entregarán beneficios sociales, ambientales y económicos para sus protagonistas. Visto así, invertir en ciencia y tecnología puede aportarnos un retorno social infinitamente mayor y más valioso para la sociedad en su conjunto versus no hacer nada.