Por Natacha Marini, Corporate Businness Associate, ChileGlobal Ventures de Fundación Chile
En los últimos cinco años hemos visto un crecimiento en la inversión en startups por parte de las empresas chilenas. Desde el año 2022, el número de CVC chilenos ha aumentado en un 38% según el Ranking “Most Innovative Companies”.
Si bien los índices de inversión aún son conservadores respecto a lo que vemos en el hemisferio norte, y comparados dentro de la misma región en que el promedio de inversión en Latam es de $4MM versus los $2MM a nivel nacional (CB Insights 2021), sí podemos decir que el Corporate Venture Capital (CVC) chileno está comenzando a establecerse en la región invirtiendo típicamente en etapas seed y serie A, aportando así a la consolidación del ecosistema nacional de innovación y emprendimiento.
El CVC es una herramienta de captura de innovación externa que se define en base a tres focos estratégicos corporativos: ampliar el negocio a nuevos mercados; conocer nuevas tendencias en la industria al estar presente en ese espacio; y retorno de la inversión económica. Si bien cada corporativo tiene una motivación particular, lo claro es que los desafíos de invertir en startups en Chile se enfrentan a desafíos comunes.
En el último tiempo, conversando y entrevistando a líderes locales, pude constatar que entre los principales desafíos de invertir en startups están las diferencias culturales entre empresas y startups. Por ejemplo, hoy varios CVC's tienen incorporada una etapa de “pilotaje” dentro de sus procesos, sin embargo, articular las expectativas de las startups con el compromiso de las áreas operacionales, suele ser el mayor desafío, restando agilidad al acercar innovación a las empresas.
Por otra parte, también existe un desafío directamente ligado a dicho fenómeno, en que, si la estrategia de la compañía que involucra utilizar CVC como vehículo de inversión no se socializa a los líderes, el trabajo con las startups no es prioritario, lo cual retrasa el potencial impacto esperado al vincularlas con la empresa.
Ahora bien, medir el éxito de tener un CVC es otro de los grandes retos. Aunque hay compañías que lo definen en base al retorno de estas inversiones y la contribución al EBITDA (Beneficios Antes de Intereses, Impuestos, Depreciación y Amortización) y/o porcentaje de nuevos negocios de la compañía, aún no existe tendencias en su medición.
Sin embargo, el impacto de CVC's trasciende las fronteras de las empresas, pues tienen contribución directa en la innovación nacional, ya que su impacto en el desarrollo de startups tecnológicas tiene un efecto inmediato en las economías locales: generación de nuevo conocimiento y propiedad intelectual, nuevos empleos “especializados” y desarrollo de servicios asociados tanto para los emprendedores como para los mismo CVCs, promoviendo un impacto social sumado al impacto estratégico que tiene este vehículo de inversión en innovación.
Aunque el CVC en Chile se sigue consolidando, existe una tendencia en crecimiento y varias compañías lo tienen en sus próximos pasos. Esta es una excelente noticia, ya que permite habilitar la “modernización” de nuestras empresas, fomentando la creación de emprendimientos de base científico-tecnológica y robusteciendo nuestra posición como país innovador en la región. Es cuestión de tiempo para ver estos efectos y trabajar entre todos el cambio cultural en innovación para el trabajo efectivo entre empresas y startups.