Por Álvaro De la Barra, docente de la Facultad de Economía y Negocios UDD.
En la última década se ha evidenciado un menor ritmo del proceso globalizador comparado con décadas previas, cuando se observaba un mayor ritmo de crecimiento económico, en línea con mayores volúmenes de comercio exterior, sostenidos aumentos en los flujos de inversión extranjera directa y aumento de la apertura comercial, en un contexto de menores niveles de proteccionismo.
Entre algunos de los factores que lo han estado afectando se encuentran las crisis financieras, la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la aparición de la pandemia del COVID-19 y sus devastadores efectos, el persistente conflicto entre Rusia y Ucrania, los factores geopolíticos cercanos al mar meridional de China, así como el reciente conflicto de Medio Oriente, todos los cuales generan mayores niveles de incertidumbre económica.
A lo anterior, dado los efectos económicos cada vez más evidentes y persistentes del cambio climático, las grandes potencias están incorporando nuevas estrategias industriales en un contexto de mayor desarrollo tecnológico de transformación productiva, energética y digital, para dar cumplimiento a las exigentes metas para ser carbono neutral en décadas futuras.
Respecto de la coyuntura macroeconómica, en los últimos años, se evidenció una paulatina escalada inflacionaria, la que, en principio, obedeció a la disrupción en la oferta producida por los efectos de la pandemia y, luego a las políticas expansivas para estimular el consumo y la inversión para recuperar las economías lo que generó importantes aumentos en la demanda agregada que fue poniendo presión en los precios.
El conflicto entre Rusia y Ucrania puso presiones inflacionarias adicionales, derivado a problemas de abastecimiento en las cadenas de valor, incremento en los precios de commodities agrícolas, combustibles, minerales y fertilizantes, así como el incremento del costo del transporte internacional. Dado lo anterior, diversas economías fueron aplicando políticas macroeconómicas, fiscales y monetarias contractivas, para contribuir a la reducción en las tasas de inflación, las que, en algunos casos, han afectado el proceso de recuperación económica y la globalización post pandemia.
Todos estos factores de corto y de más largo plazo han estado afectando el ritmo de crecimiento económico y el dinamismo de varios determinantes de la globalización económica actual. En efecto, el comercio de bienes y servicios se ha ido ralentizando, debido al freno que diversas fuerzas motrices ejercen sobre la globalización. Por ejemplo, el comercio de bienes y servicios (como % del PIB) que había crecido más sostenidamente desde mediados de la década ochenta hasta alcanzar un 61% en 2008, se ha ido estancando en la última década.
Asimismo, las disrupciones en las cadenas de suministro, las crecientes tensiones geopolíticas y la fragmentación geoeconómica han ido reconfigurando la geografía de la inversión extranjera directa afectando los flujos netos de entrada de IED en el mundo (como % del PIB) desde el año 2008, acentuándose desde el año 2015, en particular en China, la Unión Europea y Estados Unidos. Esta se explica por los menores flujos de IED de empresas multinacionales, especialmente en las economías desarrolladas, cuyos efectos son una mayor concentración y reducción en las cadenas globales de valor, que son fuentes de crecimiento, productividad, mayor empleo y reducción de la pobreza.