Por José Navarrete Oyarce, director Magíster en Tributación, Universidad Andrés Bello, Concepción.
Durante la reciente cuenta pública del Presidente Gabriel Boric, la idea de “reforma tributaria” fue mencionada en más de diez ocasiones. Si bien no directamente como un objetivo, llamó la atención que el logro de gran parte de las propuestas estuviese supeditada a la aprobación de una nueva reforma tributaria.
Dado lo anterior, es válido preguntarse, que es primero ¿el huevo o la gallina?, o dicho de otra manera, ¿es necesario aprobar la reforma para continuar con las demás expectativas o bien, se pueden lograr sin depender de ella?
Está claro que todas las iniciativas implican cierto nivel de financiamiento, sin embargo, tampoco se debe olvidar que en los últimos gobiernos ya sea han realizado grandes cambios a nivel de impuestos: el fin al FUT y renta atribuida de Michelle Bachelet y los nuevos regímenes planteados por Sebastián Piñera posteriormente.
La certeza tributaria es un elemento vital para el desarrollo económico de un país. De esta manera, los inversionistas pueden evaluar sus ideas de negocios en un contexto de certidumbre impositiva, potenciando la creación de nuevas empresas o ampliaciones de las existentes. En caso contrario, se produce incertidumbre y la inversión se contrae. Desde esa óptica, haber tenido dos reformas tributarias en los últimos años, genera un ambiente de liviandad en las decisiones políticas relevantes. No quiero decir con esto que no sean necesarios ajustes en nuestra legislación, sin embargo, plantear una nueva reforma es arriesgado. Más aún, condicionar promesas de gobierno a la aprobación de ésta.
El desempleo ha sido medido en un 8,8% para el primer trimestre del 2023. Por otro lado, el Imacec lleva una constante baja. En ese escenario, desde mi punto de vista, sería más relevante, antes de priorizar subir impuestos, generar una agenda pro crecimiento, pro inversión.
En la medida que la actividad económica se reactive, por definición deberían aumentar la recaudación de impuestos y con ello, mejorar el flujo de caja del estado. El alza de impuestos puede ser una solución sencilla para lograr aumento de recaudación, sin embargo, no se debe olvidar que, desde el punto de vista técnico, los impuestos generan distorsión en los mercados y la actividad tienda la baja. De hecho, la reforma de M. Bachelet, que era pro impuestos, bajó la recaudación efectiva de un 12,4% a un exiguo 3,7% en régimen.
Desde mi punto de vista, las prioridades están claras, por lo que la solución, lejos de pasar por una reforma tributaria, pasa por gestionar de forma más eficiente los recursos disponibles y tratar de crear más, no por la vía de impuestos, sino que, de crecimiento, que es la vía sostenible en el largo plazo.