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Hectáreas de cultivo dañadas por incendios suman a la fecha 390 en la Región del Biobío

  • Aseguran que suelo dañado se recuperará rápidamente. El desafío ahora es tomar acciones frente a los siniestros denominados de sexta generación, dice experto de la UdeC.

 

“Sabemos que son miles los agricultores y agricultoras afectadas por esta catástrofe y el Ministerio de Agricultura a través de esta y todos los servicios del agro, como Indap, estamos en terreno cuantificando los daños para canalizar la ayuda que les permita ponerse nuevamente de pie”. Así lo aseguró a Trade-news.cl, la seremi de Agricultura, Pamela Yánez.

A la fecha son aproximadamente 600 los campesinos que han completado la encuesta unificada que recoge todas las afectaciones de usuarios Indap y no Indap”.

Al revisar el detalle, en la región del Biobío se contabilizan unas 388,4  hectáreas de cultivos afectados por incendios forestales.  Se trata principalmente de suelo usado para producción forrajera, donde se contabilizan 282 hectáreas que corresponden en su mayoría a praderas naturales (112ha), ballica perenne (61ha) y ballica anual (51ha).

Le siguen 36 hectáreas de hortalizas que han sido siniestradas, las que de acuerdo a nuestro catastro resultaron dañando cultivos de alcachofas (22ha), papas (1,8ha), repollo (2,8 ha) y tomates (3ha) principalmente. 

También se han visto perjudicados los agricultores que trabajan cereales y legumbres, donde tenemos 47 hectáreas afectadas encontrando avena (25ha), maíz grano (8,5), arveja (8ha), por ejemplo. 

En lo que son frutales suman 22 hectáreas siniestradas, donde el mayor daño ha sido para el rubo vitivinícola (14ha), también los productores de frutillas (3,3ha) y manzano 1,3ha), por nombrar los principales. “Otro rubro fuertemente golpeado ha sido el apícola, donde de 5.776 colmenas que tenemos catastradas, el 92% fueron declaradas afectadas por los agricultores”, informó la autoridad.

 

Rápida recuperación

“La recuperación del suelo agrícola es prácticamente inmediata. Hay que tomar en cuenta que, en Chile, cada año, se queman 250.000 hectáreas, las llamadas quemas prescritas. De esas, 40.000 son quemas forestales, el resto son agrícolas, sector que quema sus desechos y siembran igualmente la próxima temporada. Incluso las quemas sirven para controlar plagas y enfermedades”, explicó a este medio el ingeniero forestal de la Universidad de Concepción, Eduardo Peña.

En Australia eliminaron las quemas por evitar incendios, pero significó mayor uso de herbicidas, lo que hizo más resistentes a ciertas malezas. “Ellos volvieron a usar el fuego, pero de una manera responsable, en el sentido del momento de hacerlo. Es decir, cuando exista mayor humedad, de manera que exista un control sobre el fuego. En Chile, antes la incidencia de las quemas en incendios alcanzaba el 15%, hoy bajó al 5%-3%”.

Peña reconoció que especialistas en suelo, quisieran que no se usara fuego, pero hay que entender también que detrás hay un tema económico. 

“La utilización del desecho, sea agrícola o forestal, como hacer chipiado por ejemplo, tiene un costo mayor porque necesita inversión previa en maquinarias. Por ejemplo, hacer chipiado puede costar unos 200 dólares por hectárea, en cambio quemar, sale 35 dólares por hectárea, por lo que al pequeño agricultor no le sale a cuenta”.

El ingeniero forestal advirtió que las quemas agrícolas sí pueden tener mayores efectos negativos en terrenos con pendiente versus los planos, ya que favorece la erosión, porque las quemas se realizan en otoño, próximo a las primeras lluvias las que pueden aparecer cuando el suelo esté descubierto.

 

Provincia de Biobío

Consultado el presidente de la Sociedad Agrícola del Biobío, José Miguel Stegmeier, ratificó que, afortunadamente, el suelo agrícola se recupera rápidamente, no así, dijo, las plantaciones, donde el nivel de temperatura es mayor. Junto a ello, informó que no se han visto cultivos afectados en la provincia de Biobío por los incendios.

“Acá en Biobío se quemaron entre 150.000 y 170.000 hectáreas, de las cuales la mitad correspondió a plantaciones forestales de agricultores. Ahí el daño es mayor porque la mayoría de los pequeños y medianos propietarios tenían pino radiata, que demora 20 años en crecer. Asimismo, los grandes afectados han sido los pequeños, quienes perdieron casas, galpones, forraje, por eso es importante la ayuda en semillas, fertilizante y masa forrajera”.

 

Incendios de sexta generación

El ingeniero forestal de la Facultad de Ciencias Forestales, Universidad de Concepción, Eduardo Peña, entregó directrices a atender frente a esta realidad de mayores temperaturas y escaza humedad. Es evidente, dijo, que desde el año 2000 en adelante han ocurrido los 15 años más calientes del planeta tierra y esto facilita la ocurrencia y propagación del fuego generando incendios de vegetación de carácter catastróficos. 

Por otro lado, añadió que los especialistas desde hace varios años atrás, cuando aún no estaba presente el actual calentamiento de la tierra, pronosticaban que los incendios rurales tendrían un retorno del fuego entre 10 a 15 años (1999) y que los incendios catastróficos llegarían para quedarse (2003). Esta realidad se ha confirmado con los incendios de bosque nativo de la Región de la de 2002. En el Parque Nacional Torres del Paine y en Quillón el año 2012. Y, posteriormente, los incendios de 2017 y 2023 conocidos como incendios de sexta generación que ocurrieron y ocurren actualmente en la zona centro sur de Chile, sostuvo.

“La característica principal de los incendios de sexta generación es que se propagan más rápido que la capacidad de controlarlos por parte de las brigadas de combate forestal. También porque debido a su magnitud, ellos generan sus propias condiciones de viento y temperatura facilitando la propagación y ocurrencia de focos múltiples que aceleran aún más el esparcimiento del fuego, aumentando significativamente la resistencia al control del incendio”.

 Por más grandes y más aviones que se utilicen no habrá capacidad de control, por ello, estos eventos de fuego se detendrán en puntos donde no exista combustible o donde es muy baja su carga o cuando llueve como ocurrió con el incendio de Agua Fría en Molina que ardió por 76 días y el incendio que ocurrió en Cochrane que ardió por 3 meses, ambos en bosque nativo los cuales se apagaron con las lluvias de inicio de otoño”, recordó.

 

El desafío de cambiar la

Para Eduardo Peña, y dado el actual escenario altamente favorable a incendios catastróficos, se debe cambiar la estrategia de cómo enfrentar el problema, actualmente es la prevención de los incendios y el combate directo, pero, se requiere al menos avanzar en cuatro etapas.

“Primero, la educación de la debe estar orientada a que la comunidad conozca el comportamiento del fuego, la transferencia de calor y los combustibles forestales. De esta forma cada propietario rural conocerá si su propiedad está en condiciones de alto o bajo riesgo de quemarse y si su zona es susceptible a alta propagación del fuego. Lo más importante es aprender a manejar el combustible para reducir el riego y peligro de incendios rurales y conocer dónde están las zonas seguras en su territorio, para resguardar la vida”

También, dijo, es importante el manejo de combustible en los centros poblados. “Podrá existir el mejor cortafuego, 30 o más metros de ancho, pero si los techos, jardines y patios no están limpios de combustible fino las pavesas (material encendido que vuela entre 2 hasta 30 km de distancia en un mega incendio) de todas formas se iniciará un incendio en las viviendas”. 

de manejo de combustible obligatorio: Dada la alta incidencia de los incendios forestales definitivamente cada propietario rural, por ley, al menos en los límites con las otras propiedades deberá manejar el combustible (reducir, eliminar, modificar) para asegurar que en el caso de iniciarse un incendio en su predio este no se propague a la propiedad vecina. 

“Lo más fatal actualmente es la continuidad del combustible fino seco que es el que realmente facilita la ignición y propagación del fuego. Un buen ejemplo de esto fue lo que ocurrió este febrero en Vilcún, donde el fuego que quemaba un rastrojo de trigo amenazaba con llamas de gran altura a dicha localidad. Es evidente que el combustible fino es el más problemático y es en este tipo de combustible en el cual se debe centrar el manejo de combustible”.

Como cuarta etapa, el ingeniero forestal sostuvo que es vital la planificación de la ciudad o centro poblado. No se puede, enfatizó, seguir teniendo el modelo de ciudad actual donde las viviendas y sus patios colindan directamente con el área rural. 

“Debe existir la discontinuidad que aporta el cortafuego rural, pero la ciudad debe aportar un límite que este constituido por un parque (área verde o sin vegetación), lo ideal es que además el límite correspondiera a una calle. Con estas medidas se amplía la zona libre de vegetación (cortafuego) y además se cuenta con un buen acceso para las brigadas de combate y bomberos. Algunas imágenes de las ciudades afectadas muestran que se quemó la corrida de casas ubicadas en el límite rural, pero ese fuego no fue capaz de cruzar la calle que continuaba. Lo más importante es que tanto cortafuegos y limpieza de la ciudad deben realizarse todos los años”, concluyó Peña.