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Por Felipe A. Larraín, director asociado de Investigación del Centro de Transición Energética (Centra) de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.
¿Cuál es el presupuesto de CO2 de la humanidad? ¿Cuáles serán las consecuencias del cambio climático en Chile en las próximas décadas? O, ¿qué ha hecho nuestro país para combatir la crisis climática?
Antes de abordar estas preguntas debemos reconocer nuestra realidad. No dejaremos de emitir CO2 en el corto ni mediano plazo. Por eso, reducir nuestras emisiones nos exige implementar medidas que las compensen. Esa compensación debe ser costo-efectiva, o será muy difícil de escalar al nivel necesario para provocar el impacto deseado. Entonces: ¿cómo compensamos nuestras emisiones hasta llegar a cero emisiones netas, y, simultáneamente, generamos valor?
Preguntémonos primero cuántas emisiones debemos compensar.
De acuerdo a la comunidad científica, el calentamiento global no excedería los 1.5 °C si se emiten como máximo, 510 giga toneladas de CO2 adicionales (1 giga tonelada son mil millones de toneladas). Si en vez de 1.5 °C permitimos que la Tierra se caliente hasta 2 °C, el número se incrementa a 890 giga toneladas. ¿Podemos respetar estos límites en el tránsito a las cero emisiones netas? Difícil.
Imaginemos por un momento que sólo consideramos la operación – hasta el final de su vida útil – de la infraestructura actual basada en combustibles fósiles. Esta infraestructura emitiría 660 giga toneladas de CO2. Si además consideramos toda la infraestructura comparable en construcción, aprobada y en planificación, las emisiones totales se incrementarían a 850 giga toneladas. Es decir: no tenemos presupuesto para emisiones adicionales de CO2.
¿Será que las consecuencias de la crisis climática no son tan catastróficas?
El calentamiento global de hasta 1.5 °C en las próximas décadas acarreará un incremento en la frecuencia, severidad y duración de eventos climáticos extremos. Chile se verá enfrentado a crecientes riesgos en seguridad hídrica y alimentaria debido a sequías extremas y degradación de ecosistemas costeros. Esto sin contar los daños por inundaciones, aluviones, erosión costera, etc.
En este panorama, ¿podemos generar valor económico en la medida que reducimos emisiones?
Chile es responsable de bajas emisiones en términos comparativos – alrededor del 0.3% de las emisiones globales – pero es líder regional en acción climática. Adhirió al acuerdo de París, adquiriendo compromisos de reducción de emisiones de CO2 con la ONU, y está clasificado por dicha organización entre los 20 primeros puestos en el indicador de “protección del clima”. Esto nos pone en buen pie para ejecutar acciones que crean muchísimo valor.
Acciones de mitigación que cuestan 100 dólares/tonelada o menos pueden reducir la mitad de las emisiones de efecto invernadero al 2030. De hecho, medidas que cuestan 20 dólares/tonelada o menos representan más de la mitad de dicho potencial, y su implementación típicamente genera ahorros. ¿A qué me refiero?: a la implementación de energía solar fotovoltaica y eólica en gran escala, además de eficiencia energética y otras medidas similares.
La innovación no se queda atrás. El uso de combustibles limpios, ya sea hidrógeno verde o hidrocarburos sintéticos podría reducir las emisiones en hasta 2 giga toneladas por año, a partir del 2030, con precios competitivos en el mediano y largo plazo. Por eso, considerando la envergadura de la tarea y el potencial de creación de valor, desde el Centro de Transición Energética de la Universidad Adolfo Ibáñez invitamos a todas y todos a explorar ideas disruptivas y atreverse a innovar.