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Por Carlos J. García, Ph.D. en Economía, University of California (LA), EE.UU. Académico Facultad de Economía y Negocios, UAH.
A diferencia de otros procesos, la actual inflación tiene un marcado sesgo en encarecimiento de los alimentos y la energía. No es para nada una inflación uniforme en todos los ítems del IPC, sino que se concentra en ciertos productos bien definidos y de consumo masivo en la población. Lamentablemente son productos difíciles de sustituir, y por eso es esperable que las familias dejen de demandar otros bienes y servicios o posterguen sus compras para más adelante. En efecto, estudios nacionales e internacionales indican que las familias no solo están preocupadas por el futuro de la inflación, sino que detectan claramente que este consumo está afectando seriamente su presupuesto diario.
Así, sectores especializados en vestuario y calzado, juguetes, libros, mantenimiento del hogar, recreación (vacaciones), cultura y educación, salud, restaurantes, etc. verán afectados sus ingresos. ¿Será transitoria o más permanente esta situación? Si bien los precios de la energía y los alimentos no han subido más, manteniéndose o bajando en algo (petróleo en los mercados internacionales), los factores críticos de la inflación siguen aún presentes: i) la guerra entre Rusia y Ucrania, que no solo ha elevado el precio de trigo y el aceite, sino el precio de los fertilizantes, afectando la producción de arroz y azúcar, ii) sequías que afectan la producción del maíz, iii) un dólar caro, iv) alto costo del transporte (aunque disminuyendo) y v) incertidumbre mundial que presionó al alza al precio del petróleo.
Este efecto de sustitución de bienes de consumo y servicios es independiente de la contracción de la economía por aumento de la tasa de interés del Banco Central. En otras palabras, todos estos sectores verán además reducidas sus ventas por el encarecimiento del crédito, medio por el cual muchas familias financian sus compras mensuales: acumulando deudas. Sin contar que la incertidumbre incentiva el ahorro y no el gasto.
En definitiva, a menos que el escenario internacional cambie radicalmente, toda esta reducción del gasto que ya se está materializando (por ejemplo la caída del IMACEC de septiembre) finalmente impactará negativamente en el empleo y la inversión en estos sectores en el 2023 y, probablemente, dure algunos años más.
Dicho todo esto, deberíamos pedir mucha paz mundial para esta navidad, no solo porque nos hace bien como personas y sociedad, sino también para acabar en términos concretos con esta inflación infame que afectará a tantas familias.