Marcelo Laport
Socio – PwC
En muy pocas ocasiones se piensa en los efectos que tiene el impuesto a la herencia sobre las empresas, debido a que no parece evidente que tenga un impacto diferente al cambio generacional, que puede o no haber comenzado antes del fallecimiento del fundador de la compañía. Por lo mismo, muchas empresas sufren un golpe doble, porque junto con el cambio generacional, es altamente probable que la familia que ha perdido al fundador deba retirar recursos de la empresa para solventar el impuesto a la herencia.
Dicho de otra forma, como el impuesto a la herencia se aplica sobre el patrimonio del fundador, entre el que se encontraba la empresa, en el peor de los casos, puede ser necesario tener que retirar de la empresa más de un 25% de su valor -correspondiente a la tasa más alta del impuesto a la herencia-, ya que el retiro estará afecto a los impuestos finales que deben pagar los herederos.
Este efecto ha sido levemente morigerado a partir del año 2020, desde el que ha sido posible pagar el impuesto a la herencia en cuotas. Decimos que el alivio ha sido leve, debido a que las cuotas devengan el interés legal, que puede alcanzar un 18% al año. Esto tampoco resuelve el problema que tienen los miembros de la familia, que deben descapitalizar la empresa para solventar el tributo que se aplica a la sucesión quienes, además, deberán pagar el impuesto global complementario por dicho retiro.
La salida de la empresa de todos esos recursos puede provocar problemas financieros muy graves para ella. Entonces, si este problema no es previsto con anticipación, puede poner el peligro la propia continuidad de la compañía. Por esos motivos es tan importante estudiar cómo los bienes de la sucesión serán valorados para efectos del impuesto a la herencia y qué tributación tendrán si ellos deben ser vendidos para poder solventar ese gravamen.
De esta manera, si el líder de un negocio ha desarrollado una estructura que le permita a su familia adecuarse al período más difícil que enfrentarán, podrá aliviar la carga que la vida impondrá sobre los hombros de quienes le deberán suceder en la empresa. Para establecer esas estructuras, siempre es aconsejable todos los miembros de la familia participen en el proceso, porque incluso quienes no asumirán roles preponderantes necesitarán conocer los detalles de cómo se estructurará la sucesión, lo que permitirá evitar posibles conflictos.
Por esos motivos, es recomendable que las familias empresarias se preparan para el difícil momento en el que el liderazgo cambiará, ya que posponer discusiones incómodas pueden, en definitiva, terminar dañando gravemente a quienes se desea proteger.