Víctor Toloza Jiménez
Periodista. Ex director El Mercurio de Antofagasta – Comunicaciones UCN
El periodismo tiene formatos diversos y la prensa es uno de los más destacados. En el ejercicio de informar hemos usado las cartas, los diarios, las radios, la televisión, los blogs, y hoy los podcast y aplicaciones varias que permite internet.
Hablamos de una labor profesional y artesanal -el periodismo- que ha logrado consolidarse como una de las disciplinas más relevantes para la democracia y la construcción de una sociedad más justa, en la medida en que aporta información relevante y ayuda a la exposición de distintos puntos de vista, generando un debate más rico.
Hoy, como nunca, la información fluye por todos lados y las audiencias son globales gracias al espectacular desarrollo de las tecnologías lo cual explica una creciente cantidad de medios. Es efectivo que los llamados “medios tradicionales” pasan por momentos económicos complejos (mejor no hablar de las críticas que sufren), cuestión que parece confirmar que el cambio de época que afecta a la sociedad planetaria también está modificando los mapas y formas con las que interactuamos las personas.
El fenómeno interesante es que cada persona, con un smartphone, por ejemplo, puede convertirse en un generador de contenidos que sobrepasan las fronteras. Aquello es una realidad, sin embargo, esto no implica que todos estén preparados para irrumpir en la noble tarea de informar.
Al mismo tiempo, parece bien evidente que los gigantes tecnológicos como Facebook (con Instagram y WhatsApp), Google y Twitter, entre otros, son los grandes vehículos por donde transitan los datos (aunque ellos no los generen) y respecto de lo cual recién hay tibias normativas para hacerlos responsables de lo que allí se publica, incluyendo mentiras, amenazas contra las libertades o entrega de información parcial.
Convengamos en que cualquier persona informada no cedería su vida, en una delicada operación a tajo abierto a un «chamán»; no obstante, hemos renunciado a no distinguir entre las opiniones, válidas para cualquiera y la información fundada que entregan los medios bajo estándares y criterios verificables.
Es cierto que los medios tradicionales han cometido errores y omisiones, sin embargo, son instituciones a las cuales se puede reclamar para que corrijan cuando el caso lo amerita.
Y esta es una tremenda diferencia. Es la grieta que separa lo profesional de lo puramente amateur.
Ante los peligros que corren con tiempos tan convulsos, los profesionales del periodismo son más necesarios que nunca y una sociedad moderna como la que habitamos debe comprenderlo y defenderlo, porque las libertades pueden perderse bajo estruendosos aplausos.